La Humanidad siempre se ha identificado con los animales y a éstos con ella misma. Así, un humano puede ser fiel como un perro, feroz como un lobo, huraño como el oso, traidor como una serpiente, suave como una paloma, astuto como un zorro… y los animales pueden ser fieles, sabios, listos, cariñosos, atentos…es decir nos animalizamos para humanizarnos y humanizamos a los animales para ensalzarnos a nosotros mismos, pues cuando un animal tiene un comportamiento especial lo motejamos con lo que consideramos virtudes de la raza humana.
Con las plantas también sucede, las personas son “fuertes como robles”, “flexibles como un junco”, se ponen “rojos como una amapola” pero, en general, las semejanzas que creemos compartir con el mundo vegetal son más bien físicas no éticas o morales como en el caso de los animales. Quizá, como indica el profesor Stefano Mancuso, director del Laboratorio Internacional de Neurofisiología Vegetal nos reconocemos mejor en un animal porque tiene órganos comparables a los nuestros y las plantas no. En general los animales tienen cabeza, ojos, cerebro, patas, órganos internos asimilables a los nuestros, mientras que las plantas carecen aparentemente de todo eso, aunque no sea así. Pero si quieren más información sobre este tema lean los numerosos artículos y libros que ha publicado el doctor Mancuso y se sorprenderán.
Para mí, las plantas y los animales nos enseñan que somos más iguales de lo que nos gustaría, por lo menos en cuanto a cómo nos alimentamos que en términos sociales equivaldría a “ganarnos la vida” algo tan relevante en nuestra sociedad actual y a lo que le damos tanta importancia que cuando nos preguntan ¿qué eres? contestamos con una descripción de nuestro trabajo .
Si les digo que hay seres que viven de la materia muerta, que viven de otros semejantes perjudicándolos o que viven compartiendo capacidades y cualidades para beneficiarse mutuamente… ¿hablo de animales, de plantas o de los humanos?
Sin entrar en más disquisiciones filosóficas (y lo digo en su acepción de “divagación”, no en la de “análisis riguroso”), hoy voy a presentarles tres plantas parásitas que se encuentran en nuestra área de estudio.
En primer lugar encontramos el Jopo (Orobanche latisquama) que se establece sobre el romero desarrollando un ciclo invernal que culmina con la floración en abril. Este año me ha sido difícil encontrarlo en la zona de Torrecilla de Valmadrid y lo achaco al poco desarrollo de los romeros que, después de un año seco y caluroso, no están para soportar el gasto “extra” de una parásita; aunque esto contradiga el dicho de que “a perro flaco todo son pulgas”. Su tallo es de color amarillo-pajizo y sus escamas y flores son púrpuras. Se unen a las plantas parasitadas a través de los haustorios que son raíces modificadas capaces de penetrar en los tejidos de la planta hospedante estableciendo conexiones anatómicas y fisiológicas. En las plantas parásitas conecta xilema y floema, en las semiparásitas sólo el xilema.
En los últimos años, los pinos están sufriendo una invasión de muérdago (Viscum álbum) una planta muy popular entre los niños del medio rural ya que con ella fabricaban el “visco” una sustancia mucilaginosa y pegadiza que utilizaban para cazar pequeños pájaros untando con ella ramitas en las que el pájaro al posarse quedaba adherido e incapaz de volar. Hoy esta técnica de caza está prohibida, como también el antes tan popular alimento consistente en “pajaritos fritos”.
El muérdago es verde, lo que indica que realiza la fotosíntesis aunque extrae la savia bruta del árbol parasitado, en nuestro caso el pino carrasco. Por esta razón se la clasifica como semiparásita.
Se asienta sobre las mismas ramas, y se nutre, como en el caso del Orobanche, a través de los haustorios. Es dioica, los individuos son de un solo sexo.
Las femeninas producen unas frutillas blancas. Esta planta es una auténtica golosina para las cabras (se ponen sobre sus patas traseras para alcanzarlas cuando se desarrollan en ramas bajas) y los zorzales que así “siembran” sus semillas sobre otros árboles.
En la tradición nórdica y en la celta tiene una consideración mágica. En algunos países besarse debajo de una rama de muérdago el día de Nochebuena es un infalible medio de casarse con la persona amada (habrá quien haya hecho auténticas guardias esperando el momento adecuado, debajo de ella).
Y por último una extraña y rara planta cuyo nombre es Cytinus hipocistis. Holoparásita, “que todo lo toma de su huésped” que en este caso es la “romerilla” Cystus clusii. Muy difícil de ver porque sólo saca las flores del suelo y los hace pegada a la tierra entre las ramas de la romerilla. Segrega un néctar dulce.
Y hasta aquí hemos llegado hoy. Espero que les haya interesado y me permito aconsejarles que se alejen de los ejemplares -de su especie o de otras- que sean parásitos o saprófitos. Pongan simbióticos en su vida y serán mucho más felices.
Felipe Gómez de Valenzuela