Científicamente conocida como Ferula communis y perteneciente a la amplia y vistosa familia de las Apiaceae, la cañaheja es una planta muy común en nuestra península y desde luego en Aragón, ocupando terrenos secos, baldíos, romerales, albardinales y zonas rocosas y calizas. Abundante en el Valle del Ebro y en el entorno de Zaragoza donde, curiosamente, pocas personas saben de su existencia y menos de su nombre. Si existiera la profesión de espía en el mundo vegetal, sería una candidata idónea porque está entre nuestros cultivos, en nuestros montes, barrancos y laderas y pocos reparan en ella.
Tiene unas características curiosas. Su altura puede llegar a dos metros y de su tallo salen unas inflorescencias laterales y pedunculadas, que son estériles. Sólo las terminales son fértiles. Sus hojas basales se secan en verano y vuelven a brotar en otoño. Al principio de su brotación primaveral se asemeja a un hinojo, pero no tiene su aroma. Sus inflorescencias, de color amarillo, proporcionan alimento a numerosos insectos no así, sin embargo, a herbívoros para quienes es un veneno mortífero ya que les provoca hemorragias intestinales. Dice la mitología griega que Prometeo robó el fuego a los dioses y lo transportó en una cañaheja, lo que nos lleva a otra de sus cualidades y es que su médula arde muy lentamente y su corteza aguanta bien el fuego.
En medicina, se usa (siempre con control médico) como cataplasma para contusiones o en cremas solares. En la actualidad parece haber un desarrollo farmaceútico (antioxidante, anti colesterolémico y otros) que se contradice con la literatura botánica tradicional. A pesar de que las casas comerciales insisten en su inocuidad, la utilizan en dosis muy bajas : 0,5%.
Su tallo principal es muy ligero y tan ligero como resistente, por eso se usaba en el Mediterráneo como bastón para ancianos y en la Antigua Grecia como vara de los maestros. De ahí proviene la expresión “estar bajo la férula” de alguien para indicar un gobierno despótico y autoritario.
Su nombre proviene del latín, pero en griego se llama nartex que también es el pórtico entre el atrio y las naves de las iglesias.
Y ahora les voy a hablar de dos parientes suyos: la Ferula foetida y el silfio.
La primera es originaria de Asia central y con los exudados de su rizoma se obtiene una especie de resina de olor y sabor más que dudoso. De hecho, no se puede consumir cruda porque induce al vómito. Pero después de freírla, se convierte en una sustancia con un sabor delicioso (umami) que se usa en India como condimento de pescados y sopas.
Y la segunda, el silfio, tiene una historia interesante pero triste que resumo del libro de Jonathan Drori, “ La vuelta al mundo en 80 plantas”.
Era nativa de la antigua región de Cirenaica, que hoy pertenece a Libia. Su uso se popularizó de forma tan exitosa que su precio se disparó. Roma, al nombrar de forma temporal a los gobernadores de la Cirenaica hizo que éstos quisieran ganar dinero rápidamente y fomentaron su explotación a tal punto que en el siglo I hay referencias de Plinio el Viejo en las que se queja de su escasez. Finalmente, la avaricia personal, la rapiña impositiva de Roma y la lucha contra el hambre de los productores hicieron que desapareciera completamente. Se cree que no llegó a ver el s II dC. Las ilustraciones de monedas del siglo V a.C. que acompaño a este artículo, hablan de su importancia en la Cirenaica en esa época.
Lástima que desapareciera la planta y no la codicia de los responsables de su extinción, que esa sí que ha llegado hasta nuestros días.
Ferula communis. Foto del autor.